Mirtha Vásquez: El viejo cuento de “Agua Sí, Oro También” otra vez

Categoría: Derechos humanos, Medio ambiente, Minería
© Grufides
Lunes 9 de diciembre 2019. 
Redactado por: NoticiasSER / Mirtha Vásquez

Durante esta semana, nos sorprendió un artículo escrito por el conocido político y ex gobernador de Ica, Fernando Cillóniz, denominado “Agua sí, oro también”, el cual trata de recolocar en el debate la idea que solo la gran minería salvará al país, y que las resistencias y cuestionamientos de la gente, solo son radicalismos y manipulación de peligrosos antimineros.

El artículo se centra en “analizar” el caso Cajamarca,  a partir de la presencia de Minera Yanacocha y su aporte.  Es casi surrealista la forma como Cillóniz describe la supuesta época de oro y bonanza de Cajamarca- que dice haber conocido-  ubicándola entre el 2012 y los años siguientes.  Dice entonces que en aquella época,  Yanacocha llegó a producir tantas onzas de oro y había tanto dinero en Cajamarca, que se construían escuelas, hospitales, carreteras, reservorios, plantas de tratamiento de agua, etc., etc., etc.  Pero no queda ahí su relato, habla de los grandes bosques de pino que se sembraban,  la ganadería y la industria lechera que prosperaban, y la agricultura y la pisicultura que crecían de mano de “su” minería. Solo la faltó decir que la leche y la miel manaban por los campos.

Este artículo no debiera pasar de ser una anécdota, por la falta de rigurosidad mínima con la que escribe, proporcionando de manera ligera una serie de datos que solo con un poco de memoria y un primario googleo, se puede establecer que son falsos. No señor Cillóniz, el 2012 no era la época de la bonanza minera donde todo florecía,  fue la época del peor conflicto enfrentado con esta actividad, el conflicto Conga, que nos dejó 5 muertos y decenas de heridos.  No, esa no fue la época del boom y mayor producción de oro, el descenso progresivo de la producción y por tanto del canon minero, se verifica mas bien en esta etapa, concretamente del 2010 para adelante, y tiene que ver con el agotamiento de las reservas mineras y la intensa explotación sufrida por las vetas de alta ley.  Conforme a los propios datos del Ministerio de Energía y Minas, el año récord de producción de oro por Yanacocha fue en el 2005, cuando registró un volumen de 3 millones 333 mil 088 onzas troy, pero, para ser precisos la bonanza no era para los cajamarquinos, pues conforme a cifras del INEI, ese mismo año la región entraba en el primer quintil de pobreza, ocupando el cuarto lugar.  En el 2012 ciertamente Yanacocha declaró las cifras más altas de inversión, pero ojo, la inversión de capital que hizo no fue para la construcción de escuelas, hospitales o sembrar árboles; fue para la construcción de Conga, su nueva mina que luego quedaría paralizada al evidenciarse los impactos que generaría y que no habían sido informados a la población.

Efectivamente, este artículo entonces no debería de pasar de ser solo una anécdota, de no ser porque tiene una clara finalidad: seguir afianzando el falso mito sobre el rol del extractivismo minero en el país, maximizando sus supuestos beneficios, tratando de ocultar los graves impactos a nivel ambiental y social que ha generado, e invisibilizando las serias distorsiones económicas que causan. 

Que Cajamarca está en una etapa de desaceleración económica por las bajas recaudaciones que ahora tenemos, es cierto, sin embargo, la razón de ello, es la poca responsabilidad que se tuvo promoviendo una política extractivista en esta región, volviéndola dependiente de la minería, convirtiéndola en un enclave, que implicó que los esfuerzos se concentraran en privilegiarla, deprimiendo así las actividades tradicionales como la agricultura y ganadería.  Prueba de ello es que Cajamarca habiendo sido una de las cuencas lecheras más importantes de país antes de los 90, pasó a ser rebautizada abrupta y arbitrariamente como “Cajamarca región minera”, lo que causó un progresivo abandono de las políticas a favor de la agricultura, la ganadería o la forestación.

Los grandes beneficios tributarios, cambiarios y administrativos ofrecidos a la minería, hacían imposible que otras actividades económicas pudieran competir con la misma, y lo que es peor, los privilegios de esta actividad, que por ley fue calificada de Interés público y Necesidad Nacional [1], permitían que se desarrolle no solo sobre territorios tradicionalmente dedicados a la producción, sino sensibles ambientalmente, como las zonas colectoras de agua; aquello es lo que generó los conflictos, las resistencias, que aún subsisten en la región, sobre todo en la zona rural afectada que considera que el único “legado de la minería” fue dejarlos sin agua y contaminados.

Depender de una sola actividad económica, cuyo crecimiento y rendimiento depende de los mercados internacionales, es la forma más endeble y peligrosa de sustentar una economía, pues cuando las condiciones internacionales cambian, la economía interna cae estrepitosamente sin posibilidad de contrarrestar el efecto con otras actividades; es la “enfermedad holandesa” de la que hablan los economistas.   Esto es lo que está pasando en Cajamarca, años de extraer mineral, años de otorgar beneficios a la gran minería, sobre todo tributarios, años de deprimir a otras actividades económicas sostenibles, solo ha traído más riqueza para las trasnacionales, más miseria para Cajamarca, ahora ubicada en el primer lugar de pobreza en el país. La forma de distribución de los recursos recaudados en canon, sumada a sus restricciones legales y la falta de capacidad de gestión, no sirvieron para construir una sola carretera de envergadura, un solo hospital de primer nivel, o impulsar alguna otra actividad productiva. 

Y como una cachetada a la pobreza de Cajamarca, este 5 de diciembre último, el gobierno publicó mediante decreto de urgencia la ampliación por 3 años más de un beneficio para las mineras, la devolución del IGV e Impuesto de Promoción Municipal.  Es decir en lugar de exigirles más inversión social o responder por los grandes daños ambientales provocados, les devuelve dinero, supuestamente para que sigan invirtiendo.

Así no podemos seguir promocionando esta actividad como la gran oportunidad de desarrollo, la evidencia no solo nos muestra lo contrario -por más que el señor Cillóniz y otros personajes nos quieran hacer creer en cuento-  sino que así como se promociona es una amenaza para los pueblos y sus modos de vida. Y en Cajamarca lo sabemos muy bien. 

[1] Ley General de Minería

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