Mirtha Vásquez: Choropampa, el pueblo al que siguen matando

Categoría: Derechos humanos, Medio ambiente, Minería
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Jueves 21 de noviembre 2019.
Redactado por: NoticiasSER / Mirtha Vásquez

Qué indignante e inmoral suena escuchar hablar sobre la cantidad de millones que el gran empresariado peruano habría gastado para financiar campañas políticas en el país; qué increíbles suenan sus excusas, que lo hicieron “por amor el país” por salvarnos del “chavismo”, o como dice Roque Benavides, “los aportes fueron en favor de la empresa privada y no de los grupos políticos”; claro, teniendo en cuenta que la candidata a quien favorecía, era representante de sus intereses, fue un aporte para favorecer a la empresa privada.

Lo cierto es que no lo han negado, y con ello han puesto al descubierto la metodología que los grupos económicos han usado en las últimas décadas para acceder al Poder: entregar dinero para comprometer las decisiones de los gobiernos, casi una plutocracia instalada en el Perú. Pero lo peor es que no solo se trata de intereses económicos, este sistema conlleva a que se otorgue todo tipo de privilegios a las grandes empresas, y tal vez por ello, los gobiernos se vuelve progresivamente tan permisivos, tan blandos, tan ineficientes para controlarlos.

Junio del año 2000, 151 kilos de mercurio de Minera Yanacocha, fueron derramados accidentalmente en el centro poblado de Choropampa en Cajamarca. Producto de ello, un promedio de 5,000 personas se contaminaron y empezaron a sufrir serios estragos en su salud. Mujeres, hombres, niños y ancianos que comenzaban a sentir temblores, dolores de cabeza, náuseas y que apenas podían respirar. La empresa siempre actuó a la defensiva, trató de evadir su responsabilidad, aducía que la propia población tenía la culpa por tocar y recoger el contaminante, que las afecciones no eran tan graves, que la gente era ambiciosa, que solo quería plata. Poco después les ofrecieron ínfimas cantidades de dinero (entre 2,000 y 5,000 soles en promedio), eso sí haciendo constar que eso no constituía un reconocimiento de su responsabilidad, y que lo hacían en un acto humanitario de liberalidad; la gente estaba desesperada por pagar gastos inmediatos de salud, y aceptaron lo poco que les ofrecían, no sin antes firmarle a dicha empresa unas “transacciones extrajudiciales” preparadas por sus abogados, que comprometían a los afectados, a que nunca los demandarían por ninguna vía a la empresa, y que no interpondrían ningún otro reclamo.

Sí, nadie de la empresa fue sancionado, los procesos penales se archivaron, las demandas de indemnización que la gente intentó no prosperaron gracias a esas transacciones firmadas.

Con el tiempo la gente se empezó a dar cuenta que el daño que les habían causado no era simple como les dijeron, era un daño permanente. Progresivamente se agudizaron sus síntomas y dolores, luego desarrollaron enfermedades complejas. Choropampa se ha convertido en el lugar donde más casos de enfermedades como Guillain-Barre se detectan; la gente joven muere diagnosticada con cirrosis, sufren de enfermedades agudas a los riñones, los dolores de cuerpo, de cabeza, los sangrados, la disminución visual es casi el común denominador de lo que las personas sienten. ¿Y la empresa? no dio la cara nunca más. Para ellos Choropampa es un caso cerrado y por más que la gente les ha implorado ayuda, nada de ello se ha escuchado.

El caso es que la empresa desde hace muchos años les niega un solo centavo a la gente para atender su salud, no quiso invertir un sol más para dar a esta población al menos calidad de vida. Ni una posta de salud equipada o con personal existe ahora, y el seguro de salud que la minera colocó para evitar seguir oyendo los reclamos de la gente, ahora apenas les da medicinas para el dolor, siempre y cuando considere que se trata de algo que se puede relacionar con la contaminación para lo cual tiene que ver muchas veces a la gente al borde de la muerte. Este último mes, Choropampa enterraba a sus últimos 3 muertos.

Indigna, duele, subleva ver como las empresas y sus propietarios, Roque Benavides entre ellos, aceptan invertir millones en políticos y campañas, mientras mezquinan centavos de manera indolente a un pueblo y lo dejan seguir muriendo.

Pero la muerte de este pueblo no solo llega de la mano del olvido, de la indolencia de los responsables de su desgracia, viene además provocada por la injusticia, viene coronada por la impunidad. Esta semana, 19 años después del desastre, las pocas demandas que prosperaron contra la empresa, de aquellas personas que se negaron a firmar las infames transacciones, fueron archivadas por una juez de Cajamarca. A la Dra. Amaya Valderrama, no le bastó los análisis que demuestran que personas como Juana Martinez y su familia tenían un promedio de 111.70 ug/lt de mercurio en la sangre; para esta juez, esto no acredita ni contaminación ni daño.

¿Puede ser esto posible, puedes ser esto cierto? Sí, en este país de negociados y donde el dinero lo paga todo, posiblemente esto solo sea un tema que hay que evitar para garantizar el interés del empresario.

Choropampa es un asunto presente y pendiente, no podemos permitir que la injusticia del poder lo siga matando.

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