Cajamarca, el martes 13 de marzo 2018.
Redactado por: Jone Bilbao López de Armentia para Regió7
Imaginémonos las luchas de nuestras hermanas del sur como un espejo donde las sociedades del norte pueden ver reflejados sus conflictos más encubiertos, sus incongruencias menos disputadas y sus olvidos más letales, para comenzar a recordar los pilares que la sostienen en pie. En él la quimérica paz occidental, con su artificiosa estabilidad, advierte su rostro más real y desolador, y comienza a repensarse; es entonces cuando nace la posibilidad del cambio. No hay transformación social sin la voz del sur. No hay justicia global sin compromiso y altavoz del norte.
Tal vez la desconexión con la tierra y con sus procesos naturales, la amnesia cada vez más patente en las sociedades modernas occidentales con respecto a la dependencia de los cuerpos humanos para con la naturaleza, nos haya conducido a tal estado de delirio de identidad que nos sitúa a años luz de la lucha que muchas mujeres latinoamericanas libran, desde hace décadas, para preservar sus aguas, sus tierras y la vida de sus hijxs. Tal vez nos falte comprender el sentido global de su lucha local y silenciada, o tal vez precisemos un símil, una referencia, que nos lleve a mirarnos lxs unxs a lxs otrxs, a nosotrxs mismxs, para percatarnos de que sus conflictos son el precio de nuestro silencio, y sus cantos de resistencia, el grito de esperanza que comienza a despertar nuestras conciencias.
Ellas son “Las damas azules”, quienes encarnan el pilar de la vida en sus familias y en sus comunidades; las campesinas que cuidan de la tierra, abastecen de agua sus casas y alimentan a sus hijxs, a los pueblos y ciudades, y las mujeres urbanas que luchan por sacar adelante a sus familias en las caóticas selvas de asfalto. Cuando las sacan de sus territorios, socavan sus tierras y secan y contaminan sus ríos, también sus cuerpos, que se resisten al exterminio y a la humillación, son minados, vejados y criminalizados. Y entonces, comienzan a desentrañar algo que nadie más que ellas podría jamás comprender mejor: la no tan casual connivencia del capitalismo neoliberal-neocolonial-extractivista con el patriarcado. Un destructivo convenio entre el capital, la avaricia y el afán de perpetuar las jerarquías sociales, que trama su artimaña a partir de la categorización binaria de todo ser en base a una interpretación blindada del género, con el fin de legitimar la explotación de “aquellas mitades” que se consideran secundarias e intrascendentes; una sinrazón convertida en hegemonía, en mantra del desarrollismo, que hunde sus raíces en la negación de la ecodependencia e interdependencia de lxs humanxs.
Por eso, la revolución comienza en su propio territorio cuerpo: ellas plantean la liberación del territorio-cuerpo de las mujeres como principio de emancipación que se extiende hasta la redención de la Pachamama y de los pueblos milenarios. Visibilizar y analizar todas las violencias que padecen como mujeres en contexto minero, y polemizar sus orígenes, se convierte en su principal herramienta de lucidez: lo que las llevará a aliarse, para cuidarse, para formarse, empoderarse, defender, confrontar, y proponer y exigir la alternativa ecofeminista; se trata de defender lo más esencial, pensando, por encima de todo, en las luchas de sus antecesores y las vidas de sus sucesores.
Las mujeres de Cajamarca, Celendín y Bambamarca, a pesar de las amenazas y las persecuciones, lograron, junto con sus hermanxs, a través de masivas movilizaciones y la cooperación en red, paralizar el proyecto minero Conga. El megaproyecto, adjudicado por el gobierno peruano de forma fraudulenta a la compañía minera Yanacocha (cuyo principal accionista es la estadounidense Newmont Mining Corporation), pretendía transvasar cinco lagunas situadas en cabeceras de cuenca para buscar oro, lo cual constituye un grave atentado contra el derecho al agua, a la salud y a la soberanía alimentaria de la población cajamarquina. Pero el significado y el efecto transformador de la eventual victoria del pueblo cajamarquino van mucho más allá de las fronteras del Perú y de las decisiones de su gobierno, sus autoridades y accionistas mineros. La victoria real radica en la resonancia de su mensaje a lo largo y ancho del territorio global, lo cual requiere del compromiso y activismo de la población del norte.
Y es con este cometido en mente que Bérengère Sarrazin, periodista y voluntaria de Ingeniería Sin Fronteras, decide aliarse a la lucha de las mujeres cajamarquinas y producir el documental “Las Damas Azules”, al que estas defensoras de vida darán, además de su nombre, su tiempo, su confianza, sus saberes, sentires y su voz. Una obra que recolecta sus testimonios de denuncia y resistencia, sus reflexiones y propuestas, para dar luz a una visión del conflicto minero desde una perspectiva oculta ante los ojos de la comunidad internacional: la colisión manifiesta en los países del sur como reflejo de la necesidad de las sociedades occidentales de disputar su aparente orden y aliarse a las voces rebeldes que advierten de una destrucción inminente, donde ya no caben las diferencias entre norte y sur, donde la única razón de ser consiste en la salvaguarda de la propia existencia.
“Si tenemos que morir por nuestra tierra, por nuestros hijos, lo haremos… vamos a morir orgullosos defendiéndola; peor morir cruzados de brazos o esclavizados, o lentamente contaminados”. Es una de las verdades desgarradoras que podemos escuchar en esta obra producida por la ONG Ingeniería Sin Fronteras Cataluña con el apoyo de Dev Reporter Network; un mensaje que contrasta con las hermosas melodías y cantos que lo acompañan, que nacen en las entrañas de quienes comienzan a padecer las consecuencias de la escasez y la contaminación del agua, “que baja con un olor fuerte que malogra la piel, que hace que ardan los ojos y las fosas nasales”… y con esa acidez, como el agua dañada por la actividad minera, nos llegan las reflexiones de las damas azules, que escuecen en las conciencias de quienes sentimos que la vida en las ciudades es cada vez menos soportable, que nuestros pueblos y zonas rurales son despojadas de su esencia agrícola para convertirse poco a poco en imperios de los oligopolios energéticos, en autopistas eléctricas, o burbujas de confort para las clases más privilegiadas, y que nuestro modelo de desarrollo no es ajeno a las problemáticas derivadas de la minería y otras modalidades de explotación capitalista e imperialista en las regiones latinoamericanas como Cajamarca.
Pero de nada serviría comprender la acritud de su mensaje si no hubiese una memoria de victorias y resistencias pasadas para impulsar el motor del cambio, ni proyectos y propuestas alternativas para proyectar y construir nuevos modelos donde todas las vidas merezcan la pena ser vividas. Los cantos vibrantes de las damas azules, muy presentes en el documental, representan ese componente vital de esperanza para la transformación social, que nos invita unirnos a su lucha mediante la denuncia, de cara a lograr que sus conflictos puedan desembocar en justicia social y ambiental; y a comprender la insensatez de seguir reproduciendo un sistema que se sostiene gracias a la explotación y el saqueo de la madre naturaleza en una sociedad ecodependiente y la explotación y división de los cuerpos devaluados en una sociedad interdependiente. Es por ello que el mensaje de las damas azules resulta vital de cara a revalorizar a la madre tierra, a la mujer y a la función reproductora a la que se ha visto históricamente sometida, como los pilares de una vida digna. De ello se puede interpretar una interpelación a la unificación de fuerzas feministas con fuerzas antiimperialistas: no se puede pretender defender la naturaleza contra el imperialismo ninguneando el feminismo, así como no se puede defender la liberación feminista sin tener en cuenta la defensa de la Pachamama, la cual exige la inmediata aniquilación del imperialismo y capitalismo patriarcal. Es el mensaje que nos entregan las damas azules, convirtiéndose así en los espejos que necesitamos para no perder el norte.
Fuente: Enginyeria Sense Fronteres
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